jueves, 11 de octubre de 2007

Katarsis política

La política: ¿Cosa de machos?

Observando el clima político que vive el país por estos días podría decirse que la política es ‘cosa de machos’. Hacer política puede implicar en ocasiones tener que darse codazos con mucha gente para poder decir o hacer algo; parece que para hacer política libremente se deben tener cojones como los de Petro, egos como los de Uribe o un fierro debajo del colchón como el de Mancuso. Sí, la política tiene cara de cosa para machos, para guerreros de muchas batallas, para fríos estrategas y, en época de elecciones, para seres con corazas de hierro. La verdad, siempre pienso que ante empujones y golpes como los que le dieron recientemente a Ana María Convers, directora del programa presidencial Colombia Jóven, o ante las amenazas que hacen los paramilitares y la guerrilla a quienes quieren trabajar por la gente sin ambición de votos, además de rabia e indignación, se siente mucha tristeza. Parece que para hacer política en este país machista, energúmeno y lleno de rencores uno no puede ser mujer, andrógino o una persona crítica. A veces parece que toca prostituirse y dejarse manipular por las jugadas de uno u otro partido, de uno y otro bando de la guerra. Como dice una amiga, para tener un lugar digno en los espacios de debate y decisión las mujeres, los andróginos y los que nos comulgamos con ningún partido por ahora, parecemos obligados a aprender a hablar más duro, a ser más fuertes, a ser más machos; a hacer cochinadas de vez en cuando para salvar el pescuezo. La otra opción es aislarse, callarse y observar como mientras el país se hunde en la pobreza, en la guerra y en la brutalidad, los machos neuróticos, los caciques y los patrones se devoran unos a otros por el poder.

Quizás a muchos políticos y gobernantes se les olvida que la mayoría de los colombianos no somos guerreros, que muchos somos mujeres, niños y andróginos (no-caciques, no-patrones, no-machos cabríos) y no vemos la vida como una batalla. Que no queremos guerra y violencia en nuestro país, ni en nuestras casas, ni en nuestros trabajos, y mucho menos, en los espacios en los que se toman las decisiones sobre nuestro futuro. Si los que nos gobiernan se siguen aliando con los que nos matan ¿cómo quieren que confiemos en su democracia?; si en nuestro congreso, en nuestras alcaldías y gobernaciones los que nos representan siguen robándose la plata de la salud de nuestros niños, de la educación de calidad de nuestros jóvenes, ¿cómo putas quieren que participemos en sus elecciones, que votemos por sus candidatos y sus partidos? ¿Con qué autoridad moral nos piden que no consumamos drogas como si hacerlo fuera un pecado o un delito si ustedes cometen y permiten, por la plata de la droga que financia sus campañas y sus curules, los pecados más atroces? Ustedes, señores políticos deberían sentir un poquito de vergüenza con el país, deberían renunciar todos y cada uno, porque por acción o por omisión han permitido que el país sea saqueado y repartido por los señores de la guerra a costa de muerte y alienación. Deberían entregarle el país a los jóvenes, a los artistas, a las amas de casa, a los intelectuales. Deberían darse unas vacaciones colectivas y llevarse a los violentos que patrocinan a una playa nudista; a ver si cuando vuelvan les tenemos un mejor país, un lugar en el que no nos de miedo y cansancio vivir.

Déjennos por un tiempo decidir realmente sobre nuestro futuro; a la mierda sus elecciones porque hasta ahora no nos han podido garantizar que los malparidos, las gonorreas, los hijueputas y los pentahijueputas ocupen nuestras instituciones democráticas. Viva la democracia, pero lo que ustedes tienen montado no es una democracia. Lo único que elegimos los colombianos es al funcionario del Estado que nos va a robar, al empleado público que nos va a vender ante uno u otro bando. Ustedes señores políticos corruptos, narcopolíticos, parapolíticos, guerripolíticos producen uno de los sentimientos humanos que más se acerca al deseo de ejercer violencia; el desprecio. Si, algunos de ustedes son seres despreciables, feos, malos y dan susto. No por eso se merecen lo que ustedes patrocinan; no se merecen la miseria, tampoco la muerte, la tortura o la humillación. Nadie se merece eso. Por eso sería mejor que abdicaran con cabeza gacha al privilegio que da la democracia de decidir, deberían renunciar a los espacios en los que se legisla y se dirige El Estado. Allí donde se encuentran los sueños y las ideas que servirán de norte para construir nuestro destino, debería prevalecer la ternura, el respeto y la solidaridad. Mientras que las ideas, los sueños y las emociones sigan enfrentándose a punta de infamias y de balas, de mentiras y de odios, muchos seremos los excluidos. Porque la opción de muchos es no patrocinarles a los parapolíticos, a los narcopolíticos, a los politiqueros y a los corruptos las cochinadas que hacen con la gente, con la plata y los poderes del Estado y con la democracia.

Da lástima ver el espectáculo de circo romano; la tragicomedia de nuestra vida política y democrática. Todo es un show, una puesta en escena en la que cada cual dice que quiere una sociedad justa, pacífica, bella, incluyente, pero cada político y cada partido desea lograrlo solamente con sus amigos, con los que piensan como ellos, sin que las demás ideas y sueños tengan algo que ver, sin que la mirada crítica del ‘opositor’ logre modificar nada. Es la actitud típica del macho alfa de la manada, de las superioridades darvinistas, en las que se está dispuesto a defender la supremacía y el poder, en la que la paz es unilateral y esclavizante y se le mantiene a mordiscos y empellones. Y eso que, supuestamente, la clase política está integrada por las mentes más lúcidas del país. Lo que es seguro es que no han logrado ver cosas tan sencillas como que lo importante es acabar con tanta injusticia, con tanta pobreza, con tanto dolor, no ostentar el poder para imponer su voluntad y sus ideas. No han logrado ver que entre ellos, supuestamente, están algunas de las mentes más visionarias, los caracteres más altruistas, y que cada uno posee un lugar importante en lo que pase con Colombia; bueno o malo, bello o atroz. Aquí no se necesitan machos alfa, ni caciques, ni mártires, ni verdugos castigadores, ni un ejército de no-sé-cuántos-millones de colombianos como el que quiere Uribe. Aquí lo que necesitamos es un equipo de todos los colombianos; hombres y mujeres, machos cabrios y andróginos de espíritu, caciques empalagosos y humildes siervos, empinados intelectuales y sabios de esquina… Quizás eso sea posible si se le permite tener asiento en nuestros campos y ciudades a las abstracciones que parecen ser para nosotros la igualdad, la justicia, la bondad, el amor, la ternura, el respeto, la solidaridad y la cooperación.

Sí, puede que suene muy cursi pero creo que con excepción de algunos políticos y gobernantes de este país los demás colombianos pensamos también con el corazón. Al fin de cuentas lo que todos queremos en no seguirnos matando y recuperar la cordura.

Suerte pecuecas…

Diego D.