jueves, 26 de junio de 2008

¿Cómo decir no?

Cómo decir no…

Cómo decirlo no al torrente en las venas

A las fuerzas que desatan la pasión

Cómo decir que no te he sufrido

Si en mis ojos vivió acurrucado el resplandor

Cómo decirle no al dolor

A la euforia del encuentro oportuno

Cómo negar el nudo en la garganta que se desata en alaridos;

Gemidos que se pierden en el silencio

Cómo decir no a la rabia

Cómo decir no a lo que inunda el alma;

A la caricia fugaz, a la luz en la mirada que produce el encanto

Cómo deshacerse de los recuerdos bellos y horrorosos que invaden la mente en las noches de luna llena

Cómo incinerar la memoria

Cómo ver la distancia con distancia

Cómo reparar el pacto; cómo renovar la alianza

Cómo decirle no a la mañana y su frío reparador; a la noche y su calor festivo

A la alucinación premonitoria, al sueño que vislumbra otros mundos

Al hastío, al hedor de la alcantarilla que me recuerda que estoy entre la mierda

Cómo decirle no…

martes, 17 de junio de 2008

DERIVA...

¿Cómo mueve Dios los hilos de este enmarañado cosmos?;

¿Cómo concibe las voluntades de estas humanas mentes?

O Preguntas ¿bajo el influjo de qué misterioso capricho navegan las almas en medio de tantas

tempestades, de tantos naufragios? No. Lo siento. No navegan.

PA TILIN TILIN.... A tres voces conXimena y Andrea

Me angustia verte de pie

Tu silueta noventa grados

Tú sólo rin rin y nada de paletas

Me angustia que no te vengas

Que me digas que me vas a llamar y me cuelgues; malparida.

Ya llamarás; algún día

En la Macarena soñé con tu presencia de papel.

Y me río en el baño. De eso hablo con el lechero; tengo un cultivo hidropónico en donde los

límites de la ciudad y la montaña se debaten. Los cerros me han cambiado la vida.

El trago me hace decir cosas.

Un Zumbido cercano

Un zúmbido cercano, un aleteo amenazante.

La cabeza del negro de la esquina parece llena de asteriscos; sus ojos repletos de interrogantes sin sentido y sin posibles respuestas. Se recuesta simplemente como quien espera algo que nunca habrá de llegar. Lo encuentro un tanto misterioso; lo veo y me parece que alguien familiar se escondiera detrás de esa ropa sucia y ese olor a mierda que no deja que uno se acerque lo suficiente como para mirarlo a los ojos. Se parece a alguien familiar; de eso no hay duda. No sé cuándo, no sé dónde ya había visto antes esa extraña manera de ir por el mundo, ese desparpajado modo de arrastrar la existencia como un andrajo más. No se si tiene un rostro o si se trata de un simple rastro.

Violento estertor

Violento estertor. La cadencia viene apagándose, aquí allá. Anuncio de furia, visión espectral de un ejercito asesino. Noche nublada de frio y silencio. Los perros interrumpen la calma; grito escondido por la oscuridad. Carcajadas. Debieron haberse quedado callados, sumisos, expectantes; debieron esconderse en sus refugios y esperar su turno, como nosotros.

Calles amarillentas y sollozos como música de fondo. Cof cof. El anciano de la esquina y su vieja tisis.

Andrajos pegados a los árboles. El carnaval se terminó hace ya dos días, aún las botellas exhalan sus últimos tufos.

Aire ligero; los corazones se agitan pero el vientre retiene cuánto aire puede antes de suspirar. Silencio. Carcajadas. Cof cof. Carcajadas. Bang bang.

Los niños bajo las camas. Los adultos esperan en la sala. Manos tomadas, plegarias y rezos de las ancianas. Un cigarrillo para la espera.

Diálogos atónitos I

Luca o de la naturaleza canina

Regresando de los Mártires a San Luís después de una conversación sobre el Ser con algunos ciudadanos de la polis me encontré en casa con el bello, juguetón y joven can Luca de Peloponentó, y tras observar los vestigios de su peludo paso por mi cama me dirigí a él con tono inquisitivo:

-¡Ah bello Luca! Veo que has pasado sobre mi cama durante mi ausencia aprovechándote del descuido que tuve al no cerrar las puertas de mis sagrados aposentos. Y aunque esto es comprensible si consideramos que tu juventud te lleva en ocasiones a satisfacer sin represiones tus deseos, pienso que tal conducta puede deberse también a que ignoras las razones por las que deberías cumplir reglas tan simples como no orinarte en la puerta de la cocina y no comerte las medias o los zapatos. Respóndeme pues bello Luca, ¿incumples las reglas porque no las entiendes?

­En ese momento Luca se encontraba absorto mirándome como si lo invadiera lentamente un melancólico daimon, o como quien ha sido picado por el aguijón del Tábano de la filosofía; profundo y doloroso, pero inmensamente bello. Entonces, luego de rascarse una pulga que atormentaba su cuello Luca se sentó en sus patas traseras y contestó:

-Cof, cof- aclaró su voz –Por el perro Sócrates. ¿Qué pulgas quieres decir con esa pregunta?

-Lo que quiero que respondas Luca es ¿logras diferenciar aquellas cosas que te son permitidas de aquellas que se prohíben?

-Si, las diferencio

-Diferencias por ejemplo el hecho de que te sea permitido descansar sobre el sofá a pierna suelta hasta el punto que se te acaricia la cabeza y el lomo cuando lo haces, mientras se te prohíbe subir a las camas espantándote a gritos y escobazos si es necesario.

-Si, lo diferencio y déjame decirte que todo eso resulta para mí claro

-¿Podemos decir entonces Luca, dado que sabes qué cosas se te prohíben y cuáles se te permiten, que entiendes las reglas de esta casa?

-¿Acaso entender las reglas es entonces diferenciar lo permitido de lo prohibido Sócrates?

-Por cuanto a lo que nos atañe aquí, podríamos decir que para entender las reglas es condición necesaria diferenciar lo uno de lo otro.

-Entonces concedo que las entiendo

­-Por consiguiente Luca, ¿si entiendes las reglas de la polis y de la casa es porque previamente te las han señalado tus mayores, es decir, porque las conoces gracias a la educación que te han dado tus padres en tu infancia y tus amos en tu lozana juventud?

-No puede ser de otra forma, puesto que no sería sensato pensar que tales reglas nos son dadas antes de nacer.

-Bien excelente Luca. Pero dime más ¿consideras buenas o malas estas reglas en relación con el deseo de bienestar en la casa?

-Creo que son buenas.

-¿Y son buenas para los hombres, para los canes o para ambos en cuanto habitantes de la casa?

-Para ambos sin duda, guau

-Entonces ¿deberíamos decir que desobedeces las reglas por descuido o por olvido, puesto que las entiendes, las conoces y reconoces su utilidad para el bienestar de la casa?

-Reconozco la utilidad de las reglas sabio Sócrates. En cuanto a si las incumplo por descuido u olvido debo decir que se trata de algo mucho más complicado.

-¿Qué me dices Luca? ¿Quieres decir que hay una razón diferente a tu ignorancia, a tu descuido, a tu olvido o a tu negativa conciente de cumplirlas?

-Si. Quiero decir que mi naturaleza canina me impide cumplirlas aún cuando las entiendo, las recuerdo e intento observarlas, y por el contrario me obliga, como son arrastrados los rapsodas y los coribantes, los unos a actuar y los otros a bailar frenéticamente, a subirme sobre las piernas de las visitas, a morder los colchones y a orinarme en la sala cuando alguien olvida llevarme de paseo o cuando me invade el entusiasmo. Quiero decir Sócrates que aun cuando creo poder identificar con cierta claridad las cosas que se me prohíben de las que se me permiten, en ocasiones este conocimiento me resulta inútil pues algo dentro de mi, mi naturaleza canina, me impulsa a hacer las cosas que ustedes han señalado como prohibidas.

-¡Pero qué! ¿Dices entonces que actúa en ti una especie de fuerza irreprimible, a la cual llamas naturaleza canina, que te hace saltar por las camas, acostarte en las almohadas dejando regados por todas partes gran abundancia de pelos y en ocasiones, por el can, de babas? ¿Y afirmas además que es esa fuerza loca y destructiva la que constituye tu naturaleza?

-Es precisamente eso lo que afirmo. Y eso a pesar de que en ocasiones me han castigado por llenar de babas las medias o por entrar a tu habitación a darme un paseito por tu cama.

-Entonces ¿quieres decir bello can que tales actos tan reprochables, según como yo los veo, son el producto de algo esencial a tu condición canina? Respóndeme querido Luca, ¿afirmas que los perros como tales, y los atributos que de suyo les corresponden, se encuentran irreversiblemente determinados por algo que les impide aprender a observar algunas reglas y modificar su conducta en vista de su relación con el hombre? ¿Afirmarías además que esto te impediría aprender cosas incompatibles con esa supuesta naturaleza de la que eres participe?

-No entiendo lo que me quieres decir. Obséquiame, como un amo generoso da un hueso carnudo a su can para premiarlo, uno de tus maravillosos mitos para que sirva de guía y haz que pueda entender la cuestión.

-Pues vaya un hueso mi querido Luca y permíteme entonces cuestionarte, pues me alegra el alma escuchar de tan joven can una disposición tal por aprender.

-Gracias por el hueso, guau, guau, y por favor interrógame sin reparos que yo te seguiré.

-Dime entonces Luca ¿Has oído decir en tu lengua al gran Guauco de Canopolis “guau guau que guau guau guau guau no grrrr”, lo que en nuestra lengua quiere decir “perro que ladra no muerde”?

-¡Por el perro Sócrates!, claro que lo he oído y sí que me parecen palabras sabias

-¿Y consideras verdad Luca las palabras del gran Arquilocan según las cuales “los canes están atados a los hombres por los lazos de Afrodita” de donde han tomado algunos bárbaros idea para afirmar que “el perro es el mejor amigo del hombre”?

-Si las considero verdad.

-¿Y en virtud de qué consideras verdad tales palabras? ¿En virtud de que son dichas por seres iluminados por los dioses, o en virtud de que piensas tú mismo que esa es la naturaleza de los canes? ¿O acaso no hay diferencia entre lo uno y lo otro?

-Creo Sócrates que no hay diferencia entre lo uno y lo otro, pues son precisamente los dioses los que, además de inspirar a los poetas para que digan tan ciertas y hermosas palabras, insuflan en cada ser una naturaleza a la que no pueden escapar. Y eso pasa a todos los animales que los dioses gobiernan, sean perros, gatos, caballos u hombres.

-Pero entonces querido Luca, volviendo a lo que decías anteriormente sobre el carácter indómito de tu naturaleza canina ¿no deberíamos decir que los dioses insuflaron en los perros una naturaleza tal que los obliga a subirse a las camas y destruir los objetos de la casa, puesto que esta fue la razón que tu me diste para explicar tu incumplimiento de las reglas que de tantas maneras hemos intentado hacerte explicitas?

-Sí Sócrates, deberíamos decirlo.

-Y, ¿deberíamos decir también que al ser un mandato de los dioses ningún perro podría escapar a su naturaleza, puesto que no tiene sentido que los dioses insuflen en algunos perros naturaleza canina y en otros naturalezas diferentes o que algunos queden simplemente sin naturaleza?

-Lo admito.

-Por consiguiente ¿deberíamos exigir de todos los perros el comportamiento que yo ahora te reprocho, puesto que aquel perro que no actúe de esta manera estaría cometiendo una grave falta ante los dioses y, más grave aún, estaría negando su propio ser canino y por tanto no podría ladrar, morder, ni ser el mejor amigo del hombre como parece que está prescrito por los dioses?

-Guau guau Sócrates. Si que has razonado con verdad.

-Siendo esto así mi querido Luca de Peloponentó, ¿estaríamos autorizados a decir que los dioses obligan a los perros a que llenen de pelo las camas de los hombres, orinen sus salas y destrocen sus pertenencias sin que los hombres puedan quejarse de sus perros ni intentar educarlos de un modo diferente?

-Si que lo estaríamos.

-¿Y no nos arrastraría esta argumentación a una consecuencia terrible, a saber, que los dioses, a pesar de haber tejido lazos de amistad entre canes y hombres como fue aceptado previamente, ordenan a los unos desobedecer las reglas de los otros? O piénsalo de esta manera: ¿puede haber amistad entre canes y hombres cuando los primeros no cumplen las normas y los segundos no pueden educarlos para que haya algún tipo de armonía entre ambos?

-Vaya consecuencia más asombrosa Sócrates, porque estaríamos afirmando que son los dioses mismos quienes se contradicen, y eso, por el perro, resulta además de imposible peligroso para nuestras propias vidas, pues de escucharnos hablar así Anito y Melito no dudarían en acusarnos ante la asamblea para pedirles nuestra ejecución por Herejía.

-Claro que sí. De donde se sigue Luca que no es posible que la naturaleza canina consista simplemente en hacer lo que te reprocho en este momento y que tu intentas justificar apelando a dicha naturaleza, pues, por un lado, los dioses han tejido lazos de amor entre canes y hombres, y por otro convenimos en la utilidad de las reglas para que tal amistad se preserve. Sin embargo no debes desanimarte ni, como dicen algunos, meter el rabo entre las patas por temor, puesto que cabe necesidad de examinar otra alternativa que no nos arroje a la hoguera y que nos permita salir airosos en esta investigación.

-Guíame tu Sócrates pues en verdad me siento derrotado y parece que quisiera aullar como un lobo que interroga a la luna para que le revele sus secretos.

-Aulla amigo mío si así lo prefieres. Yo por mi parte quisiera mostrarte el sendero por el que habremos de dirigirnos.

-Pues como diría mi primo Canmides: ¡sigamos la ruta si ese es camino hacia buen hueso!

-Sígueme entonces Luca y si hacia buen hueso nos dirigimos no queda más que ir a por él. ¿Has tenido noticias Luca de la manera en que conviven los perros y los hombres en Antioquia?

-Si. Algo he oído acerca de perros que sirven a sus amos en diferentes labores para las que han sido entrenados. Por ejemplo, se de un perro que conduce hombres ciegos por las calles de algunas ciudades y que por nada del mundo abandonan a su amo o lo dirige a lugares diferentes del que el amo ha determinado previamente.

-¿Y consideras que estos canes lazarillos poseen una naturaleza canina como la que estábamos intentando describir antes?

-Pues deben tener una naturaleza canina, pero debo admitir que no una que los obliga a subir a las camas, comerse las cosas de su amo o perseguir compulsivamente la satisfacción de sus propios deseos.

-¿Pero sigues afirmando que tales perros poseen una naturaleza?

-Por supuesto Sócrates

-Y si esta naturaleza no consiste en lo que tu afirmabas antes, ¿en qué consiste entonces?

-En ser guías.

-Pero ser guía es algo que este perro ha tenido que aprender a hacer, puesto que implica aprender las rutas y rutinas de su amo, así como los momentos oportunos para pasar una calle o detenerse para saludar a un amigo. ¿No es así?

-Lo admito.

-Y así mismo, ¿un perro que defiende una mansión no debe aprender a reconocer entre los amigos y los posibles enemigos de su amo?

-Concedo que debe aprenderlo.

-Y si debe aprender estas cosas que son un bien para su amo, quiere decir Luca que los dioses no pudieron habérselo impuesto como naturaleza canina, puesto que de haber sido así el uno no hubiese tenido necesidad de aprender a guiar y el otro no hubiese necesitado aprender a cuidar.

-Convengo en ello.

-Así Luca podría decirse que los dioses no imponen una conducta determinada a los perros, pues unos pueden ser guías, otros pueden cuidar las casas, otros jugar con los niños y otros más simplemente servir de compañía a sus amos.

-Pero Sócrates, ¿si los dioses no imponen una conducta determinada a los canes dime cuál es el modo en que nos gobiernan, puesto que no está en duda el poder que tienen sobre nosotros?

-Bien excelente Luca. Le has pegado al perro, o para no herir susceptibilidades, has dado en el punto. Sin embargo siento decirte que no soy yo quien tiene la respuesta a semejante pregunta pues bien sabes que yo sólo sé que lo que sabía se me olvidó. Además tendría yo que ser perro para responderte con verdad. Sin embargo creo poderte ser útil para que, mediante preguntas, como hasta aquí lo hemos hecho, encuentres en ti mismo la respuesta con el mero hecho de seguirte aplicando en la reflexión.

-Sin dudar lo haré, aunque en este momento hay una pulga que no me deja en paz. Así que por favor perdóname pero tengo que rascarme un rato.

Luego de una encarnizada y placentera sesión de rascado que le hizo botarse al piso, Luca se reincorporó a la conversación y me pidió que siguiera preguntando.

-Bien- dije –Respóndeme entonces Luca a lo siguiente: ¿Crees tu que exista algo en los canes, tanto en los que guían, como en los que cuidan o acompañan, y en general, en cualesquiera can del mundo, que resulte invariable a pesar de que hayan sido entrenados de manera diferente?

-Un momento Sócrates, déjame masticarlo. ¿Preguntas acaso por algo que haga de los canes seres semejantes a pesar de las diferencias de raza, sexo, vocación y pelaje que evidentemente presentan entre sí?

-Es eso lo que te pregunto admirable Luca

-Si. Creo que puedo identificar varias cosas de este tipo

-¿Cuáles?

-Todos los perros Sócrates poseen un olfato excepcional y un agudo sentido del peligro

-Pero qué. ¿Diremos entonces que son el olfato y el sentido del peligro lo que constituyen la naturaleza canina?

-Si.

-¿Y si encontráramos una raza carente de buen olfato, o peor aún, desinteresada y temerosa frente al peligro, diríamos de ella que no pertenece a la especie canina?

-No pertenece.

-¿No has oído acaso de algunas razas que pierden su olfato apenas y empiezan su madures y de otras, como los french poodle, que a pesar de que ladran y ladran siempre lo hacen no en vista del peligro sino más bien como una manera de llamar la atención o para fastidiar a las visitas?

-Si, he oído de esos.

-¿Pero aún así afirmas que son perros?

-Si

-Entonces no puede ser el excelente olfato y el sentido del peligro lo que debe constituir la naturaleza canina puesto que no está presente de manera invariable en todos los perros.

-Admito Sócrates que esa tampoco fue una buena definición de naturaleza canina.

-¿Admites también Luca que a pesar de que algunos perros posean mayores destrezas olfativas y defensivas que otros no por ello puede decirse que estos son más perros que aquellos con problemas de olfato y cobardes?

-Claro que lo admito, porque de ser así tendríamos que decir que hay grados de perreidad y eso a mi parecer no tiene sentido.

-¿Cómo? ¿No pensarías que aquellos perros con un olfato agudo, una intuición del peligro desarrollada, una función noble para con los hombres y una disciplina en el cumplimiento de las reglas podrían denominarse perros en más alto grado que todos los demás que no poseen estos atributos?

-Me confundes y agobias con esta pregunta Sócrates, pues de ser así deberíamos decir en consecuencia que existen entre los perros algunos que tienden hacia la perfección de su naturaleza mientras que otros vagan simplemente por el mundo como esclavos de sus deseos y placeres alejándose cada vez más de su naturaleza. Grrrrr

-Bien dicho. Pero respóndeme ¿no puede ser esto así?

-La verdad no sé que decir al respecto.

-¿No piensas Luca que al tener que aprender reglas, funciones y tareas relacionadas con los hombres, los perros, así como los caballos, las palomas mensajeras y otros animales que nos son útiles, embellecen su condición y ennoblecen su naturaleza?

-Parece convincente Sócrates, pero te confieso que eso provoca en mí un estremecimiento similar al que producen las tristes canciones que entonan las bacantes. Porque ¿no estaríamos diciendo con ello que los dioses nos dieron, más que una naturaleza terminada, una naturaleza que se va perfeccionando en la medida en que la aprendemos y la desarrollamos en función de los hombres?

-Muy bien dicho sabio Luca. Y Así también pasa a los hombres, pues déjame decirte que en la medida en que nos aplicamos al entrenamiento de nuestro cuerpo y nuestra alma para la vida en la polis vamos perfeccionando nuestra propia naturaleza. Pero dime entonces, si ya no podemos pensar que la naturaleza canina es un mandato acabado de los dioses, y por tanto, que son los canes las que las deben buscarla ¿qué es esa naturaleza?

-Yo diría Sócrates que más que un mandato sería un regalo de los dioses; capacidad y disposición de aprender y amar la que nos permite buscar el perfeccionamiento de nuestra naturaleza.

-Bellas palabras Luca. Pero dime ¿esa capacidad de aprender y amar a la que te refieres es una capacidad de aprender y amar que tipo de cosas?

-Las cosas bellas y buenas que son producto de nuestra relación con los hombres

-¿Y piensas Luca que los hombres mismos son bellos y buenos?

-¡Por Zeus! Claro que son bellos y buenos. De hecho creo que son los seres más bellos y buenos que existen.

-¿Y piensas que los perros al igual que los hombres son bellos?

-Por supuesto que lo pienso

-¿Piensas además que la relación entre los hombres y los perros es bella?

-Si que es bella Sócrates. O dime tú si no consideras bella la amistad que hay entre ellos. Considera como ejemplo las continuas caricias que tanto los unos como los otros insisten en darse constantemente, también los cuidados, los juegos y la permanente compañía de la que ambos disfrutan en igual medida.

-Dices verdad Luca y en eso no puedo estar menos de acuerdo contigo. Pero respóndeme ¿a qué crees que se deba esta amistad entre unos y otros?

-Creo Sócrates que aquí es necesario retomar lo que habíamos dicho anteriormente sobre los lazos de amistad que afrodita tejió entre hombres y canes, pues parece que es gracias a tales lazos que tanto los unos como los otros se hacen más bellos y perfeccionan su propia naturaleza.

-Así Luca, acabas de encontrar una explicación de lo que en un principio parecía tan problemático, pues recuerdo que afirmabas que tu naturaleza canina te obligaba a realizar actos que podían desencadenar enemistad entre tu y tus amos. Ahora, por el contrario aceptas que más que el desenfreno y el despelote, tu propia naturaleza canina consiste en una búsqueda de la armonía entre tu y tus amos.

-Sí Sócrates, y déjame decirte que ahora me siento mucho más aliviado del embarazo en el que me puso nuestro razonamiento.

-De este modo Luca, parece que hay razones suficientes para pedirte que te apliques con amor en el cumplimiento de las reglas de la polis y de la casa, puesto que al hacerlo estarás ennobleciéndote ante los hombres, y para decirlo de una vez, ante los dioses que te han dado el don de la inteligencia, la nobleza y la lealtad. Así mismo serás digno de mayor amor por parte de tus amos, pues debes reconocer que, como ya se lo dije alguna vez a Lisys, si te vuelves útil querido mío todo el mundo te querrá y te tendrá en alta estima.

-Acepto todo eso Sócrates y créeme que desde hoy no ahorraré esfuerzos en hacer caso de las reglas. Y para mostrarte con hechos mi firme intención, dame por favor un paseo por el parque que necesito dejar mis heces allí, antes que sea demasiado tarde y tenga que adornar tu sala.

Al oir las palabras de Luca no pude evitar acariciarle la cara y coger la correa y las bolsas para su paseo nocturno. Él batió su cola emocionado y empezó a dar pequeños saltos por la sala dando al traste con un vaso de vino que reposaba en la mesa. Entonces su entusiasmo cesó y con una mirada de perro regañado me dijo:

-Perdón…fue sin querer queriendo. Guau

-No hay problema- le respondí –Sólo recuerda no dejarte llevar por tus impulsos.

Salimos al parque y en cuanto solté su collar para que corriera libre, Luca mi miró fijamente y empezó a caminar orgulloso hacia una linda perrita que orinaba un cerezo.

JUEGOS CON LA LUNA 1