I. Problemas de identidad personal
Luego de una agobiante espera en
-Discuple señor, ¿está usted seguro de ser Diego Duque?
La pregunta me cogió cansado de la espera, neurótico por la ineficiencia del lugar e indignado por el tono inquisitivo del hombre. A pesar de todo, yo, asumiendo mi pose filosófica ante una pregunta tan trascendental como esa empecé a reflexionar al respecto. Pensé en los leves cambios que había tenido desde mi frugal infancia hasta ahora, en la mala calidad de la foto de mi documento, en las persistentes preguntas sobre mi identidad a pesar de haber aplicado la máxima socrática “conócete a ti mismo”, en el problema kantiano de la permanencia de la identidad personal e incluso en teorías orientales de la transubstanciación. El hombre permanecía mirándome con sospecha ante la profunda reflexión en la que me había sumergido y con cara de quien entiende poco me instó a que le respondiera pronto, pues, según él, de no tener clara esa “información” mi trámite no podría ser completado.
-Mire hombre- le respondí- el hecho de que mi apariencia haya cambiado un poco no quiere decir que mi identidad personal, mi esencia también lo haya hecho. Claro que estoy seguro de que yo soy quien digo ser, esto es, Diego Duque. Así que deje de hacer preguntas insulsas y apúrese con el papeleo que tengo un hambre atróz-
Aunque mi respuesta parece haber sido elocuente para el engominado burócrata pues procedió sin más reparos, debo confesar que salí de ese lugar aturdido y abrumado por la duda y cuándo crucé la calle sentía que yo podría ser cualquier otro... Fue horrible.
!Eso no se le hace a un filósofo!
Diego Duque.... !al menos eso creo!
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