miércoles, 3 de septiembre de 2008

Gracias Dios mío

Por fin tenemos un presidente perfecto para rato

Hasta ahora vengo a entender el grave error en el que estaba. Durante la campaña presidencial pasada gasté parte de mis entretenidas y trascendentales conversaciones de cafetería intentando convencer a mis amigos de que Uribe estaba loco, que su gobierno sería una improvisación completa y que además nos iba a llevar a una crisis humanitaria más profunda que la que vivíamos ya en el 2002. Intenté esgrimir varios argumentos y analogías, y hasta difundí panfletos en contra de su candidatura. Incluso, a pesar de mi ascendencia paisa, argumenté que poner a un paisa como Uribe a gobernar un país como Colombia era como entregarle una hacienda en ruina a un burócrata de la ETB, o quizás peor, como concederle la administración de una familia llena de desnutridos a un cadete de las fuerzas armadas gringas. Nada funcionó. Finalmente mis amigos votaron por Uribe y henos aquí en un país muy distinto al que me imaginé después de cuatro años de gobierno de Don Álvaro Uribe. Sí, lo reconozco, me equivoqué, y de qué manera. Basta, como dice en sus brillantísimas intervenciones públicas Don Sabas Pretelt, ver las estadísticas, viajar por las carreteras de Colombia o ver las noticias para darse cuenta de que este es un país en el que las cosas andan divinamente y donde si algo no funciona bien es porque aún no ha sido tocado por la mano gloriosa de nuestro señor presidente.

¡Qué terco fui!, y por eso hoy me disculpo sinceramente con mis contertulios uribistas. Es que en verdad hay que estar ciego para no ver las maravillas que ha obrado el presidente en este país. Hoy, cuando se avecinan las próximas elecciones presidenciales y Uribe, gracias a sus virtudes, aspira a la reelección, siente uno indignación frente a quienes critican y despotrican del presidente. Canallas los que se ponen a gritar que Uribe es un paraco, pues hasta el momento no se le ha logrado probar nada. Y es que eso ya es parte de la vida de este pobre mártir antioqueño. Incluso algunos blasfemos se atrevieron a decir que el presidente tiene un historial que lo relaciona directamente con las mafias del narcotráfico. Y todo porque algunas vez el nombre de Don Álvaro Uribe Vélez apareció en una lista de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos en la que lo señalaban de colaborador del cartel de Medellín y como amigo personal de Pablo Escobar. No seamos ingenuos: los gringos, podrán ser muy pilos por inventarse las guerras preventivas, pero también cometen idioteces de magnitudes insospechadas.

Otros, más descarados aún, se atreven a decir que porque el presidente defendió a capa y espada en la época de los noventa las Convivir, base de las organizaciones paramilitares, entonces tan honorable finquero lleva en la buena a los paras. Vergajos desocupados. Como diría el celebre y locuaz Sabas, métanse conmigo, pero no con el presidente. Manada de hijuemadres los que se ponen a enseñarles a los estudiantes universitarios que el TLC va a arruinar a los colombianos enriqueciendo a unos pocos; esos no merecen ser profesores, mejor dicho, no merecen ser. ¡Y qué tal con la que salieron otros! Dizque el presidente es responsable de la infiltración del DAS por parte de los paramilitares porque su director, Jorge Noguera, se hacía el de la vista gorda cuando pasaba todos los días por la oficinita que les habían montado en varias seccionales. Eso, según el mismo Uribe, fueron errorcitos de Noguera, que aunque debería acogerse a la ley de Justicia y Paz, no tienen nada que ver con las políticas del gobierno nacional. Hay que recordar que en este país hay cosas que se hacen a las espaldas de la gente, y que a pesar de que el presidente parece tener unas espaldas de cotero, por todo lo que han hecho y dejado de hacer sus subalternos, él es un hombre recto, sin ninguna mancha registrada en su hoja de vida. No más hay que mirar la sinceridad y cercanía con la que le habla a sus compatriotas, la serenidad que mantiene en las crisis, y la cabeza fría y planificadora que se refleja en cada una de sus decisiones. Bueno, tendrá uno que otro descache, como prometer comprar la coca a los cocaleros del sur del país, o bombardear la Macarena para erradicar la coca, o echarle sus amigos a los de la oposición, o amansar burros pataletosos con puestos en el extranjero, o asilar en embajadas a sus colaboradores más empuercados, o reaccionar airadamente ante las criticas de los medios de comunicación, o echarle agua sucia a los vecinos por los problemas internos, o... En fin. Esas cosas son lo de menos. Por eso hoy quiero elevar mis plegarias al cielo para agradecerle a Dios y a la santísima y carnavalesca democracia que tengamos un presidente cuyo único defecto es que es perfecto.

Adelante presidente, no mire para los lados, no haga caso a las denuncias y provocaciones de sus adversarios en campaña, no vaya a los debates presidenciales, ni deje que mancillen su nombrecito con intervencioncitas tontas. Dedíquese a modificar articulitos, a gobernar como una mula de carga de las que usaron nuestros antepasados arrieros, que sólo obedecían al camino y a los tirones de orejas que de vez en cuando les pegaban quienes las motaban. Pa´delante presidente que aquí lo que necesitábamos era un macho como usted; un man con güevas que se le parara de frente a los criminales que destrozan este país con la excusita pendeja de que la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor. Adelante porque usted es tan bueno, que ni el Papa Benedicto podría quitarle el lugar en el altar que le tengo a usted en mi casa. Hágale hijuemadre que usted sabe maniar terneros y ordeñar vacas; jústele, que usted es un pacificador de hacha y machete; de pelo en pecho y… autoridad de patrón de finca. Eso sí, abra el ojo. Pilas con esa manada de fariseos que lo rodean; gente cochina que tiene nexos con los paras, con el narcotráfico; gente sin principios que comete violaciones a los derechos humanos, que compra votos, que es capaz de vender hasta la mamá por un poquito de poder, que pervierte los nobles ideales que usted promueve y encarna.

Al fin de cuentas usted ya cumplió con su promesa de acabar con la guerrilla, pues en nuestro país ya no existe un conflicto armado con raíces sociales y políticas sino tan sólo una amenaza terrorista que quiere desestabilizar la democracia, la paz y la justicia que usted, y solamente usted, ha logrado brindarnos.

Gracias Díos mío, y gracias totales para usted.

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