miércoles, 24 de septiembre de 2008

Politicamete imperfecto

¡Viva la U!... ¡Viva la Uribersidad!

Hace unas semanas el presidente Uribe anunció que de no ocupar la Casa de Nariño por tercera vez fundaría su propia Universidad. El concepto de una universidad expresidencial o Uribersidad resulta sin duda sui generis.

La primera pregunta que surge para quienes quisiéramos acceder a una “carrerita” o a un “posgradito” es si la Universidad del presidente va a ser pública o privada. Si la Universidad llegase a ser pública el presidente tendría que aplicar, por primera vez en su vida, los conocimientos que sobre resolución pacífica de conflictos aprendió en Harvard, pues no faltará el pobretón resentido que se le pare en plena clase de seguridad democrática a echar discursos veintejulieros a favor de la reforma agraria y la redistribución de la riqueza. También le tocaría a nuestro actual mandatario incrementar la intensidad horaria de sus clases de Yoga, pues su escasa paciencia se agotaría durante los primeros diez minutos de discusión con un anarquista, un comunista o un existencialista que acaba de interpretar erradamente a Nietzsche.

Quizás para evitarse los problemas que trae consigo el estudio de las humanidades que genera demasiadas preguntas, pocas respuestas y mucha diversidad, lo mejor para que la universidad pública de Uribe prospere sea ofrecer solo carreras técnicas que entrenen futuros ejecutivos. Algo así como un semillero de ministritos para futuras reelecciones.

Es posible que el presidente se sienta mejor con una universidad privada. Una universidad de medianos y grandes herederos, todos muy convenientemente vestidos, exhibiendo una perfecta doble moral y asintiendo con reverencia a los mandatos y designios del señor rector, a quien muchos preferirán llamar presidente.

Tendría un maravilloso campus. Nada que envidiarle a Cornell, Harvard o Berkeley, pero ubicada en el clima tropical de las planicies de Córdoba o del nor oriente antioqueño. Contaría, como profesores, con lo más ilustres académicos y políticos de la vida nacional que logren salir ilesos del proceso de la parapolítica. No habrían grafitis invitando a la revolución del pensamiento ni encapuchados vociferando causas perdidas.

Sería la única Alma Pater del país y se constituiría en uno de los pilares para la formación de uribitos. Los salones estarían repletos de obedientes Andrés Felipitos y Nicolasitos aunque no faltaría una que otra polémica Ginita que no trague tan entero. Nunca habrían paros, ni bloqueos de edificios para presionar los debates con las directivas de la universidad. Por el contrario habrían multitudinarias marchas de gente de bien para pedir por las victimas que ha dejado la violencia en los estratos 5, 6, 7 y 8.

En los pasillos uno podría comprar artesanías, pero no de manos hippies harapientos y malolientes, sino de perfumados delfines que apoyan el talento de los pobres sacando sus productos de lo profundo del país. ¡Es que Colombia es pasión carajo!

Parece inevitable emocionarse con la idea. Regocijo para el intelecto imaginarse a hombres como José Obdulio Gaviria dando clase de análisis de la realidad nacional y ejerciendo la libertad de cátedra. Uno se saborea de solo pensar en escuchar sus hondas reflexiones sobre por qué en Colombia no hay desplazados sino migrantes, o por qué la violencia no tiene nada que ver con la pobreza si no con el terrorismo.

Volvámonos serios presidente. En lugar de andar pensando en montar su propia monarquía universitaria debería fortalecer la educación pública con la misma decisión con la que fortalece la fuerza pública; debería garantizar la libertad de pensamiento y de expresión, democratizar el acceso a las universidades del Estado y garantizar las condiciones para que todos podamos aspirar a posgrados de calidad. Luego, si quiere, monta su universidad sin gente que piense diferente a usted.

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