miércoles, 3 de septiembre de 2008

Pereiranadas

¿Qué pasó con el Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya?

Hace unos días, después de casi cinco años sin visitar el Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya, quise hacer un recorrido por su sendero de interpretación ambiental y de paso obtener información sobre el comportamiento y hábitos sociales de los monos aulladores para un trabajo que estoy desarrollando como estudiante de maestría en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Como solía hacerlo cuando vivía en Pereira, tomé una chiva hasta el corregimiento de la Florida y empecé la agradable caminata que conduce desde allí hasta la vereda la Suiza. Durante el recorrido pude reencontrarme con la amabilidad de la gente que habita la zona y escuchar a lo lejos el aullido de los monos aulladores que viven en los bosques de la reserva forestal. Al llegar al área de administración del Santuario me llevé varias sorpresas no tan agradables. Encontré que ahora el parque, administrado por el Sistema Nacional de Parques Naturales del Ministerio del Medio Ambiente, posee unas tarifas bastante elevadas tanto para el ingreso como para la estadía en sus instalaciones. Sólo realizar una caminata por el sendero tiene un costo de $4500 por persona y el alojamiento en las áreas acondicionadas para tal fin ascienden a más de $30000 noche por persona. Por supuesto, como en todo hotel, la tarifa es innegociable aún para quienes como yo pretenden ingresar al parque con motivos de esparcimiento y encuentro con la naturaleza, y con el interés adicional de avistar los monos aulladores y conocer algunos de los estudios que sobre estos bellos e interesantes animales han realizado científicos de nuestro país.

Fue así como decidí colarme en el parque, pues no tenía el dinero para pagar la tarifa y sobretodo porque me pareció injusto que quien no tenga dinero para pagar no pueda disfrutar de un recurso natural que es patrimonio de los pereiranos y del país. Al entrar al parque de manera ilegal, varios hechos provocaron en mí aún más indignación frente a las tarifas y frente al actual manejo del Santuario. En primer lugar, el Santuario no cuenta con un centro de documentación, ni con personal idóneo para atender con amabilidad e interés pedagógico y/o naturalista a los visitantes. En segundo lugar, los senderos, que otrora fueron cuidados y utilizados con fines de educación ambiental por los Grupos Ecológicos de Risaralda GER y por la CARDER, se encuentran en un lamentable estado. Los caminos están intransitables; las empalizadas, puentes y tableros de información ahora son tan solo pedazos de madera podrida que yacen al lado del camino. Entonces me surgió la siguiente pregunta: ¿a cuenta de qué se cobran $4500 por el ingreso al Santuario, cuando los senderos han sido abandonados a su suerte, y cuando no existe en sus administradores la mística ambientalista que tanto se necesita para hacer de un parque natural un espacio de sano esparcimiento y de aprendizaje de la naturaleza?

Días después de mi visita, algunos amigos que pretendían ingresar a las cascadas de Los Frailes, ubicados en el costado oriental del río Otún, me contaron que el camino que conducía hasta allí ahora está fuertemente cercado con alambres de púas, y que algunos trabajadores que estaban por el lugar afirmaron que esa zona era propiedad privada y que para ingresar a ella era necesario un permiso emitido y firmado por algún burócrata de Aguas y Aguas que tenía su oficina en Pereira. Más sorprendentes y tristes aún resultan algunos volantes que circulan por la ciudad en los que se advierte que la cuenca media alta y alta del río Otún, que incluye la estación de Aguas y Aguas en la Florida, la vereda la Suiza, el área del Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya, el Cedral, y la Pastora, será entregado en concesión a operadores turísticos privados quienes seguramente querrán cobrar a propios y extraños por disfrutar de los “servicios” que ofrecen nuestros bosques, ríos y montañas. ¿Serán ciertas estas advertencias? Ojalá no.

Parece que hoy día los pereiranos que quieren darse un paseo, o conocer estas zonas naturales públicas deben superar múltiples obstáculos económicos, físicos y logísticos antes de poder darse un chapuzón en las cascadas, disfrutar de la fauna, la flora y los microclimas del boque alto andino del Santuario Otún Quimbaya, o simplemente dar una caminata lejos del gentío y el bullicio de la ciudad. En el Santuario no hay nadie que facilite los procesos, que guíe y haga conciencia a las personas de la importancia de cuidar estos recursos, pero sí quien vigile y obstaculice el acceso. No se si los colegios de la ciudad siguen visitando masivamente el Santuario, si continúan desarrollándose programas de concienciación y educación ambiental en la zona, si los administradores promueven las visitas guiadas y la interacción entre la comunidad educativa y los científicos que estudian allí.

Lo que sé, por lo que viví ese día, es que parece que la mejor y más fácil opción de esparcimiento que le queda a muchos jóvenes pereiranos, es ir al centro comercial de moda para deleitarse con lo mejor de la fauna exótica de una Pereira que se aleja cada vez más de sus cercanos y hermosos parajes naturales, y que se sume en la artificialidad de su infraestructura y de un modo de vida que cada vez parece más ajeno y traqueto.

Nota: Espero que la confesión que acabo de hacer de haber ingresado ilegalmente al parque genere en sus administradores alguna reflexión sobre la función de conservación y de educación ambiental que tienen los parques. Aunque no sería extraño que ante tal confesión decidieran reforzar las medidas de seguridad para evitar que personas como yo ingresen a este parque sin pagar. Quizás en dos años, cuando pueda regresar a Pereira encuentre alguno de los siguientes escenarios posibles: Policías bachilleres armados con bolillos apostados en las cercanías del parque para evitar el ingreso de intrusos gorrones, o bien, Policías bachilleres armados con folletos, y material pedagógico que dialoguen, eduquen, guíen y ayuden a los visitantes en sus caminatas e investigaciones.

A ver.

Diego A. Duque

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